viernes, noviembre 16, 2012

CIRCO DE SILENCIO (Partes 4, 5, 6 y final)


La afgano se miraba complacida. Le encantaba la suavidad y el tono rubio de su pelaje, y la esbeltez de sus extremidades.
_ A mí me gusta más así como estoy. No tengo problemas en permanecer así. En efecto. Si como humana no era muy agraciada físicamente que digamos.
_ ¿Ven que continúan siendo humanos? Y ahora se los voy a demostrar. Los ayudantes del circo llevaron hasta la pista otra jaula, más grande que la anterior, repleta con otras personas. Se vislumbraban a la lejanía obreros, dueñas de casa, pequeños empresarios, estudiantes, vagabundos, vendedores callejeros ¡Hasta la vieja de las sopaipillas que me abofeteó! Todos se veían intranquilos y expectantes a lo que iba a suceder, yo en sus lugares ya me hubiese desmayado. ¿Qué clase de show se estaba por ejecutar? Mierda; no podía imaginármelo. El caracol se aproximó hasta ellos y volvió a repetir su conjuro mágico. Todo ocurrió de nuevo, las luces, el vuelo, la magia desatada. Y dentro de la jaula con personas ya no había personas, si no que ratones, gallinas, otros perros, gatos y palomas ¡Por Dios! A pesar de ser animales conservaban la misma cara de intranquilidad de antes de la transformación. ¡Y hablaban también! Pedían al caracol cerrar la reja, para evitar que los perros los atacasen. También trajeron un espejo de cuerpo entero, que la afgano no dudó en apoderarse de él.
_ ¡Por favor!_ chillaban los animales, o las personas dentro de la jaula. A esa altura ya no sabía que eran_ no nos hagan daño. Nosotros no hemos hecho nada malo.
Mejor se hubieran quedado callados. El rotweiller y el chihuahua se acercaron al paso de un guepardo hasta la jaula al percatarse de las voces de los animales.
_ Es la cadena alimenticia_ les ladró el chihuahua_ ustedes son las víctimas y nosotros los depredadores. Siempre ha sido así, ¡No se hagan los que no saben!
_ ¡Pero tenemos derecho a vivir! Al igual que usted señor.
Los pequeños seres se apretujaban en el fondo de su jaula buscando una infructuosa protección. El caracol no había cerrado la verja.
_ En realidad yo sólo se que tengo hambre_ dijo muy sincero el rotweiller_ no tengo nada contra ustedes.
_ ¡Vamos amigo!_ azuzó el chihuahua_ ¡La cena está servida!
El rotweiller se abalanzó sobre el montón de animalitos desprotegidos destrozándolos con sus fauces formidables. Atrás de él iba el chihuahua, ladrando a descuello para meter ruido y confusión a los animales amilanados y aprovechaba de sacar su ración a expensas de su compañero más poderoso. Por otro lado, el perro callejero y la afgano permanecían ajenos a la escena que ocurría en el centro de la pista ¡La horrible y macabra escena! Uno corría y movía la cola por entre el público que ignoraba el jugueteo del quiltro dando vuelta la vista a otra parte sollozando, y la otra permanecía inmóvil adorando su reflejo en el espejo. Sólo cuando el rotweiller y el chihuahua saciaron su voracidad la afgano se acercó a comer de los restos de la masacre. Al quiltro se lo dejó comer al final, una vez que los otros perros hubieran terminado de comer primero.
En serio estaba estupefacto. Estuve un buen momento paralizado ante la crueldad animal y la matanza que mis ojos habían visto, pero otra vez la explicación de la magia y el ilusionismo me tranquilizaron y volví a sonreír. Estaba todo muy claro ¿Para que era necesario llenar la pista de luces confusas durante las transformaciones? Obvio: para tener tiempo de sacar a las personas y reemplazarlas por animales. Y si en verdad eran animales y no personas ¿Cómo era posible que hablaran? Pues claro: el caracol aparte de ilusionista y mago era también ventrílocuo ¡En un solo instante había comprendido la naturaleza del truco! Si hasta podía ver ahora las cuerdas que sujetaban al mago vestido de caracol cuando levitaba por los aires. ¡Que truco más fácil de descubrir! Eso sí; tenía que admitir lo bien hecho que estaba. Me sorprendía mucho que el senador Arismendi se prestara para un acto así. Pero bueno, si ya estaba claro que todo era mentira, desde la transformación hasta la masacre, pero no por eso menos impresionante. Me felicité a mi mismo el haber enviado a mi secretaria a comprar ese boleto bendito. El circo era genial, distinto, virtuoso ¡Lo estaba pasando salvaje, macanudo!
A una señal del caracol entraron los ayudantes y se llevaron las jaulas teñidas de sangre. Por otro lado, los cuatro perros fueron amarrados y conducidos tras el telón, con el hocico, patas y cara manchados de linfa coagulada, y jadeantes por el fervor de la adrenalina liberada durante la matanza. Eso confirmaba mi teoría, jamás fueron devueltos a su estado humano delante del público, por lo mismo eran perros comunes y corrientes.
_ ¿Se dan cuenta de la calidad de mi número?_ se jactaba el caracol magnífico que para mí gusto era el mejor mago de todos los tiempos_ ¿Se dan cuenta que la esencia del espíritu jamás se pierde a pesar de la forma?
Tras decir aquellas palabras todos, pero todos se entregaron a un llanto desconsolado e indescriptible, más que el de todos los números anteriores. Una pena como el hielo recorría cada una de sus venas y las lágrimas de sus ojos parecían multiplicarse ¡No podían parar de llorar! ¡No podían! ¿Por qué no podían parar de llorar? Unos ni siquiera daban la cara a la pista, volteando la mirada o tapándosela con las manos. Yo por mi parte lo había pasado sensacional y tuve que taparme la boca con las manos para no deshacerme en risas y aplausos. Eso me tenía desconcertado: el no poder expresar mi satisfacción. El caracol no dio tiempo para que el llanto generalizado terminase y se alejó, dando paso al siguiente número. La gente aún no acababa de gimotear cuando el maestro de ceremonia se paró en medio de la pista y anunció la llegada de los siguientes artistas.
_ ¡Payasos no podrán ver mejores que estos! Bollito, chocolatito, pancito y gomita saluden ustedes con su silencio mejor. En verdad ya me había acostumbrado a quedarme callado ante el anuncio de un nuevo acto.
De seguro terminaría mudo al terminar la función.
Entraron unos payasos acompañados de la marcha fúnebre de Chopin. Nadie emitía un solosonido, y los payasos, a pesar de esa música deprimente, entraron lanzando globos, serpentinas,papeles de colores y cuanta cosa regalan los payasos al iniciar un show. Tampoco faltaron las piruetas ni las acrobacias. La única diferencia con los payasos comunes eran sus trajes, que en nada tenían que ver con los que uno está acostumbrado a ver. Uno vestía como un juez, portaba un martillo en su mano y usaba peluquín, como los jueces de la corte de La Haya. Otro vestía como ejecutivo o abogado, a juzgar por el maletín que portaba, reventando de papeles. El tercero vestía como Médico o científico y el último hombre estaba vestido como un hombre común y corriente, como quien anda de vacaciones en la playa. De inmediato cada uno tomó sus respectivas funciones. Todos hablaban con la voz fuerte y chillona típica de los payasos.
_ ¡Muy bien!_ decía el vestido de juez_ veo que aquí tenemos un claro ejemplo de falta de humanidad y buenos modales.
El que vestía de hombre común permanecía sentado en una silla, ajeno a lo que hablaba el Juez al parecer.
_ Es necesario hacerle más exámenes_ añadió el payaso vestido de doctor_ lo que no sé si alguien podrá pagar mis honorarios por el tratamiento de este sujeto. Se ve que este hombre es pobre como las ratas y necesito cambiar mi automóvil por uno del año. Como todos los años en realidad.
Toda la mirada del público estaba posada en el payaso de la silla, el cual tenía la vista perdida en los trapecios de las alturas, como si no los estuviera enfocando.
_ Lo de los honorarios podemos arreglarlo una vez que el juicio haya concluido. Pienso sacarles a todos una fuerte suma por la demanda entablada. ¡Sigo insistiendo que la acusación no tiene fundamentos constitucionales!
_ ¿Cómo que no los tiene?_ replicó el juez_ este sujeto_ y miraba con desdén al payaso de la silla_ no tiene obediencia ni buenos modales. Se ha tratado de enrielarlo pero ha sido imposible ¡El tipo es un animal!
_ ¡¿Es un animal o no respetable público?!
Nadie del público respondió a la pregunta del payaso vestido de juez. Luego sonó una música estúpida, algo así como lo que escuchaba a veces mi hijo menor; Samla Mammas Manna creo que se llaman esos imbéciles. Los payasos corrieron, saltaron y corearon la música por toda la pista lanzando más globos y más papelitos. Después volvieron a sus puestos a seguir con la discusión.
_ Haber. ¿Y como han tratado enrielarlo?_ preguntó el abogado
_ Pues se le ha puesto en una escuela para animales, para que aprenda a esperar su turno para comer, a defecar en un sitio especial para él, a que sea humilde ante los llamados de atención, a que no se oculte ni esconda la mirada ante los requerimientos de sus amos. Que no muerda la mano de quien le da de comer, que no menee la cola para obtener favores, que sea alegre y juguetón con los niños, que sea leal con los de su especie y que deje de andar pidiendo si ya se encuentra satisfecho.
_ Su ceguera de nacimiento y su sordera es su mayor problema. Llevo seis meses interviniendo su cerebro para buscar la solución a su total falta de visión_ agregó el doctor_ pero su cerebro no responde a ningún estímulo conocido, ¡Ni siquiera a la corriente eléctrica! Además sospecho que padece de ciertas anomalías en todos sus otros sentidos pues ve, oye y siente lo que le conviene solamente. Responde con estupideces a lo que se le pregunta y nunca cierra la boca cuando se le pide silencio.
La luz principal enfocó al payaso sentado en la silla y desde la distancia se podía notar una horrible cicatriz que le recorría la frente de sien a sien. Un chorro de agua helada corrió por mi espalda.
_ Si me permiten demostraré que mi representado no es ningún animal ni ningún tonto_ afirmó el abogado_ leeré su currículo: alumno de un liceo municipal del país y mejor alumno de su generación, puntaje nacional al entrar a la universidad, se licenció de ingeniero comercial y comenzó a trabajar en el congreso, en la parte de finanzas. Fue a realizar un magíster en Inglaterra y un Doctorado en Alemania. Se casó con una mujer hermosa por el civil y por la iglesia recibida de cardióloga y tiene dos hijos, uno deportista y el otro vago de profesión, un hijito de papá como se dice en lenguaje coloquial. Aficionado a la buena mesa y a los viajes, a recorrido gran parte del mundo viajando con su familia. Vive en Reñaca en un condominio exclusivo y posee varias propiedades en Pucón y en Zapallar. Cambia todos los años su automóvil y el de su señora por un modelo del año y van todos los fines de semana al casino de Viña del Mar a botar el stress de la semana jugando varios miles de pesos o bien se arrancan a su casa de veraneo en Caburga. Es miembro honorario de...
_ ¿Y de qué le ha servido todo eso?_ lo interrumpió el juez_ si nunca ha sido capaz de observar con el corazón ni de sacar sus pies si hay alguien bajo ellos. No obedece, su espíritu se encuentra en la miseria. ¡El tipo es un animal! Y los animales sólo entienden a golpes. Me quedé pensando en el currículo del payaso de la silla. Era exactamente igual al mío. Era como si estuvieran leyendo mi propia vida.
_ ¿Qué no ha oído el currículo de mi cliente? Le demostraré que no es ningún animal haciéndole un par de preguntas.
El abogado y el doctor se aproximaron hasta el individuo de la silla, que permanecía tranquilo a lo que acaecía a su alrededor. El abogado se colocó frente a él y comenzó a formular sus preguntas.
_ Don nadie_ le dijo_ ¿Podría recitarme algún verso de Arthur Rimbaud?
Comenzó a sonar otra vez la misma música estúpida de antes. El payaso se rascó la barbilla, luego alegó que no se sabía ninguno. El doctor se puso al lado del payaso y le dio unas palmadas en la cabeza.
_ No decía yo. Si este es un bruto ¡Un bruto!
A decir verdad yo tampoco me sabía ninguno, nunca había leído nada de Rimbaud. Me sentí un ignorante, un tonto como decían. El abogado tragó saliva no dándose por vencido.
_ Quizás no le acomode la poesía_ dijo excusándolo_ probemos con el sentido común.
El payaso de la silla seguía despreocupado de la discusión de los otros tres. Miraba al público como si se tratara de la situación más normal del mundo. Otra vez la maldita música, los saltos, las acrobacias. No entendía por que interrumpían la discusión para saltar y reírse como pánfilos. Bueno, antes que nada eran payasos, casi lo olvidaba. Luego de brincar unos segundos volvían a sus posiciones en la discusión.
_ Haber Don nadie. ¿Usted que opina acerca de la desigualdades sociales actuales?
_ Bueno, se que en la curva de oferta y demanda se puede especificar el precio de algún producto o bien a través de un diferencial. El precio es muy importante, pues existen zonas en la gráfica donde se...
¡Quien diría que ese payaso tenía conocimientos de teoría económica!
_ No hacen falta más preguntas abogado. Este tipo es un idiota, no entiende nada de nada, nada de lo que realmente se debe saber ¡Hay que castigarlo como el animal que es!_ sentenció el juez.
_ Ni la medicina tiene la cura contra la estupidez.
El abogado dio el caso por perdido. Agacho la cabeza en señal de derrota y metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Entonces volvió a alzar la voz hacia el payaso de la silla.
_ No me ayudaste en nada en el juicio. Yo hice todo lo posible, así que de todas formas debes pagarme por haberte defendido.
El payaso de la silla lo miró fijamente. Luego metió la mano dentro del bolsillo de su pantalón, y le entregó un cheque enorme por cien millones de pesos.
_ ¡Cien millones de pesos! ¿Crees que con cien millones voy a darle de comer a mi alma? ¡Sinvergüenza! Hay que castigarlo por sinvergüenza.
_ ¡Y por bruto!
_ ¡Y por Animal!
Entre los tres tomaron al payaso y lo amarraron a uno de los soportes de la carpa del circo. El pobre hombre no opuso ninguna resistencia. El público ahora ¡Sonreía! ¡Increíble!. Yo sin embargo lloraba ¿Acaso me estaba volviendo demasiado sensible?
_ Como pueden darse cuenta_ hablaba el juez hacia todo el público_ aquí tenemos un animal de tomo y lomo. No conoce nada de la vida, todo lo resuelve con dinero, con mentiras, haciéndose el desentendido, mirando hacia otro lado. Cree que todo en el mundo consiste en buscar la forma de elevar los ingresos, en sacar el máximo provecho de todo, incluso pisoteando al más desvalido. Es experto en hacer arreglos por debajo, en pagar coimas, en golpearse el pecho pidiendo perdón por sus pecados. No es aporte para la sociedad ni para el universo. Quizás podamos enderezarlo dándole una buena paliza. Si no, hay que eliminarlo.
_ ¡Traigan los látigos!_ ordenó el abogado.
En el acto llegaron unos ayudantes con tres látigos bruñidos y terribles, uno para el juez, otro para el doctor y otro para el abogado. Los tres alzaron sus brazos dejando que las luces centellearan en el mango de sus armas y comenzaron a azotar despiadadamente al payaso amarrado al soporte. El payaso no se quejaba, no lloraba, y nadie de los espectadores articulaba palabra ante aquel vejamen cruel ¡Todos guardaban silencio! ¡Y sonreían! ¿Por qué no podía reclamar en contra de tanto acto grotesco y monstruoso?
Comencé a desesperarme. Mi humanidad entera no podía seguir soportando un show tan cruel como el que se estaba exhibiendo. Tenía mis puños apretados, mis dientes rechinando, mis cabellos erizados, mi vista fija hacia el frente y temblaba de ira e impotencia. ¡Quería gritar! ¡Quería decirles que se detuvieran! ¿Por qué lo golpeaban? No lograba entender. No podía comprender un espectáculo así. ¡Los circos son para divertirse, no para barbaridades! Toda la novedad inicial se me escurrió como agua entre los dedos. En ese momento todo me parecía grotesco e inhumano. Todo era horrible, terrible, sacado de un pésimo guión de película de terror. En mi cuerpo no cundía más ira, mas consternación. De un salto me levanté de mi butaca y grité con todas mis fuerzas.
_ ¡Basta ya! ¿Qué se han creído tropa de salvajes? ¿Por qué castigan así a ese pobre hombre? ¿Acaso es tonto por ver la vida de una forma diferente? ¡Trío de cuadrados! Todo se paralizó. Me quedaron mirando anonadados, el público, los payasos, el animador y el resto de los artistas. Nadie me dijo una sola palabra durante un buen momento, tan sólo recibí miradas de desprecio y desconcierto. El juez, seguido de los otros payasos, el animador y el resto de los artistas se dirigieron hasta el sector de la pista en donde yo estaba.
_ ¡He aquí!_ habló irónico el juez_ ¡He aquí otro animal que no sabe seguir instrucciones! ¿Qué no te dijeron que no podías decir una sola palabra?
_ Si me dijeron. Pero no entiendo por que debo permanecer en silencio, y todos en silencio. ¡El circo es para divertirse! ¡No para llorar!
_ Pero si todos se están divirtiendo ¿No lo notas acaso?
_ Diversión... si durante toda la noche he visto solamente llantos.
_ Tu no entiendes nada. Para que sepas este es el circo ¡Esta es la realidad! Mira mis ropas gastadas, mi estómago rugir de hambre, mis deudas, los abusos que he sufrido. Esta es la única forma que tenemos de sobrevivir ante los animales como tú. Y si no puedes seguir una regla tan sencilla como esta entonces tendremos que castigarte.
_ Los denunciaré por maltrato humano y animal ¡Ya verán!
_ ¿Y crees que alguien va a apoyarte? Todos los que aquí vienen saben a lo que vienen o bien entienden todo sin dificultades, menos tú. ¡Mira a tu alrededor!
En efecto. Todos tenían la boca cerrada, pero sonreían.
_ ¿Ves? Nadie dice nada, ¡Nadie! ¡Todos callan! Nunca nadie ha hablado dentro del circo.
_ Pues demostraré que su circo es una carnicería_ y saqué mi iphone cuatro para tomar fotografías.
_ ¿Es que aún no entiendes? Nadie hablará, nadie te creerá, porque este circo es tuyo. Nosotros no creamos esto, fuiste tú. Eso último que me dijo me desconcertó, pero no pude digerirlo muy bien en ese momento pues otras voces me hablaban al mismo tiempo.
_ ¡Detenerte debes ahora! ¡O lamentarlo después lo harás!
_ No podemos consentirlo, este sujeto necesita un castigo ejemplar ahora ¡Vamos por él! Se arrojaron sobre mí todos los que estaban en ese instante sobre la pista, como leones sobre una cebra. Quise huir, pero el público mismo me detuvo, con sus bocas silentes y sonrientes mirándome fijamente con compasión. En aquellas miradas había resignación, dolor, impotencia a pesar de la sonrisa. Todos ellos estaban de acuerdo con el espectáculo, lo toleraban ¡Lo toleraban igual a pesar de los actos salvajes!, agachando sus cabezas, sonriendo y no denunciando los hechos a la justicia ¿En el fondo lo disfrutarían? ¿Sería por temor? ¿O por costumbre? No lo entendía y creo que nunca lo entenderé. Sólo comprendía que aquello no estaba bien ¡Como pudieron darle permiso de funcionamiento a una arena romana como esa! Toda mi mente daba vueltas mientras intentaba liberarme, pataleaba, repartía golpes de puño, gritaba, lloraba, pero mis vecinos del público me tenían firmemente sujetado entre los grilletes de sus brazos. Me miraban angustiados, resignados pero risueños, nunca olvidaré esas miradas. El tiempo se hacía eterno, quería despertar de ese sueño terrible y cruel, ¡Pero era la realidad! No podía hacer nada. En eso llegaron los artistas, que para mi eran monstruos en ese momento. Me tomaron entre todos y me amarraron junto al payaso de la silla. Lo miré, ¡El payaso era igual a mí! ¡Igual! Las mismas facciones, el mismo rostro, el mismo cabello, la misma ropa. De seguro el miedo me estaba jugando una mala pasada. Le hablé pero no me respondió. Cerré mis ojos, los abrí. El payaso ya no estaba, solamente yo estaba atado al soporte de la carpa, ¡ y vestido de payaso! ¡Yo ocupaba su lugar! Me miré en el espejo que habían dejado en la pista hace rato atrás el caracol y su tropa de magos falsos. ¡Yo era ese payaso! ¿Dónde estaba el anterior? No podía atinar a nada más que a lamentar mi situación, amarrado y a punto de ser azotado por haber abierto mi boca. El juez se dirigió a mi con su voz llena de condena absoluta en mi contra.
_ Sólo estamos siguiendo instrucciones, a quien habla hay que castigarlo_ Dijo alguien en mi oído en ese momento.
_ ¡Don nadie! Es condenado a la pena de ciento veinticinco azotes por haber permanecido cuarenta y ocho años ciego a la realidad, por no oír y por abrir la boca. Que esto sirva de ejemplo a todos quienes nacen ciegos, sordos y desobedientes. Comenzaron los azotes. Cada golpe laceraba mi carne como si fuera la hoja de un cuchillo. Cada latigazo hería mi cuerpo y lo más profundo de mi alma. Cada golpe me hacía entender lo abusivos que a veces podemos llegar a ser. Cada golpe vislumbraba ante el resto mi fracaso y mi debilidad. Cada latigazo dejaba una huella imborrable en mi orgullo y en mi ego. Cada golpe me enseñaba la no tolerancia que tenemos ante el que piensa diferente. Cada golpe destruía, rasgaba, machacaba cuanto yo era. Cada latigazo me debilitaba a cada momento, en todo instante. Cada golpe menguaba en mi espíritu la idea de reclamar contra ese show y hacía resignarme. Los latigazos se repetían y repetían como un huracán desencadenado para destruir lo que tuviera por delante ¡Estaba al límite de la resistencia física! Entonces me desmayé y no supe más.
Desperté. Era el amanecer de no se que día. No tenía ni mi Iphone ni mis Hush puppies; seguramente los del circo me los quitaron para borrar las fotos que tomé y los zapatos para simular un asalto. Estaba con el torso desnudo y la espalda llena de heridas debido a los azotes.
En el lugar donde había estado el circo no había más que automóviles estacionados y a lo lejos se oía el fluir del estero Marga- Marga. En forma inexplicable habían dejado todo impecable, sin rastro de su presencia. Traté de levantarme, pero las heridas hacían imposible mi incorporación. Caí desfallecido, lo intenté varias veces, pero en todas sólo conseguí desplomarme. Sentí aproximarse unas pisadas a mi lado.
_ ¿Qué hace aquí señor?_ me preguntó una voz.
Me di vuelta. Eran dos carabineros, se notaba que eran rasos eso si. Me ayudaron a levantarme.
_ ¿Estuvo bueno el carrete anoche no? ¿Estuvo en una pelea? Por poco lo matan, mire como está. Creo que debemos llevarlo al hospital Gustavo Fricke. Era mi oportunidad para contar mi historia. Me puse ansioso, no quise esperar ni un segundo más.
_ ¡Fui víctima de una tortura! En este sitio había un circo en el cual se cometían toda clase de vejámenes y crímenes, de seguro lo vieron alguna vez.
_ ¿Qué circo?_ me respondió incrédulo uno de los carabineros.
_ ¡El circo pues hombre! ¡El que estaba aquí! ¡Aquí mismo!
_ Señor, aquí no ha habido ningún circo. Hace tiempo que terminó la temporada de circos en Viña.
_ ¡Pero si estuvo aquí! ¡Aquí!_ alegaba con mis pocas fuerzas. Busqué entre el bolsillo de mi pantalón el boleto. No lo encontré.
_ Usted fue víctima de un asalto probablemente, lo llevaremos al hospital a constatar lesiones y luego para que declare exactamente todo lo que sucedió.
_ Nadie me ha asaltado ¡Nadie! Aquí fui torturado dentro de un circo de mala muerte lleno de tipos muertos de hambre.
Miré fijamente a los carabineros, sus facciones, sus detalles. Entonces una revelación gigantesca se hizo presente ante mí. ¡Esos carabineros habían estado en el circo! ¡Eran los sujetos del público que me sujetaron para que no huyera! ¡Increíble!
_ ¡Ustedes!_ vociferé enloquecido_ ustedes estaban en el circo conmigo, no lo pueden negar ¡Ustedes me sujetaron para que no huyera!
_ Señor, usted está muy mal_ me respondió riéndose_ le vuelvo a repetir, aquí no ha habido un circo desde el verano y nosotros jamás hemos asistido a uno que haya llegado a la región.
_ ¡Ustedes fueron! ¡Ustedes! Tendrán que responder por sus actos pacos de mierda ¡Haré que los echen de la institución por abuso de autoridad!
_ Es mejor que lo llevemos al hospital. Usted no está en condiciones de andar por la calle.
_ No me llevarán a ninguna parte ¿Lo oyeron?
Me arrastraron subiendo por un costado del estero hasta la furgoneta y me colocaron en la parte de atrás, aislado de ellos. Seguí gritando, pataleando, maldiciendo por todo el camino. Pero ninguno de ellos volvió a dirigirme la palabra. Y en el hospital lo mismo, reconocí a varios. Muchos de los enfermeros y enfermeras eran gente que había estado en el circo conmigo esa noche. Pero cuando los desenmascaraba todos guardaban silencio ¡otra vez se callaban! ¡Se hacían los que nada sabían! ¡Sonreían los pobretones! Lo único que deseaba era salir pronto de ese nido de ratas e irme a casa, a olvidar. ¿Para que seguir insistiendo? Nadie me creía, nadie quería creerme, o todos fingían no creerme. Todos se cubrían las espaldas entre ellos, todos eran parte de ese circo, no había una sola persona honesta en la que pudiera confiar. Nadie me tendía la mano. Volví a la carga, hice un escándalo como nunca antes en mi vida, exigí ver a mi abogado, quise fugarme, pero sólo conseguí que me sedaran por varios días. Perdí completamente la conciencia…
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Despierto. Observo ya más calmado el techo de mi habitación y la soledad inmensa en la que estoy inmerso. No tengo un solo compañero de habitación con quien hablar, me tienen aislado del mundo y de la realidad. Tampoco se pasean médicos por mi habitación ni enfermeras que me alimenten, bueno, como a través de sondas, pero nadie aparece para hacerme un chequeo o algo así. No tengo noticias de mi familia. Estoy solo, completamente solo. Miro el velador que tengo a mi lado izquierdo, está encima mi billetera y mi Iphone. Se escucha como un fantasma algo de Radiohead, la canción dice algo así como how to dessappear complety. A los pies de mi cama está mi ropa y entre la billetera el boleto del circo. ¡El boleto del circo! En la parte de atrás del boleto hay una nota que dice “tu creaste este circo y eres parte de él, nada ni nadie puede ya escapar”.Comienzo a llorar de la forma más amarga que se pueda imaginar, la más amarga. Lloro hasta que no me quedan lágrimas ¿Por qué me hacen esto? ¿Quieren volverme loco? ¿Por qué no me dicen la verdad de una buena vez? ¿Por qué todos guardan silencio?
Definitivamente... ¡Todos callan!




…Y entonces…
Y usaremos palabras sustanciosas…
Sino palabras simples
De arroyo
De raíces
Que en vez de separarnos
Nos acerquen un poco;
O mejor todavía
Guardaremos silencio
Para tomar el pulso a todo lo que existe
Y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
Mientras alguien nos diga,
Con una voz de roble,
Lo que desde hace siglos
Esperamos en vano...

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