lunes, abril 22, 2013


LICOR ANIMAL, PARTE UNO

A ver; como comienzo a contar lo que pasó ese día. Ustedes de seguro pensarán que estoy loco, pero les juro por mi santa madre que todo lo que les diré es verdad. Es una historía increíble, ya lo se. Difícil de tragar para cualquiera. Les vuelvo a repetir, esto no lo he inventado, así sucedió. ¡Les ruego que me crean por favor!
Como ya deben saber soy arquéologo de profesión, a medias; pero lo soy. En verdad nunca quise ser arquélogo, mi sueño era ser paleóntologo. Cuando era niño me imaginaba en expediciones científicas para importantes universidades de Estados Unidos en el desierto de Gobi o bien en el rancho “La Brea” de Los ángeles descubriendo nuevas especies extintas. Si hasta ya tenía el nombre para un posible nuevo dinosaurio (ojalá un poderoso terópodo carnívoro más monumental que el Tiranosaurio Rex). Dicho reptil se llamaría Jerónimosaurio ¿Original, no?. Lamentablemente mi sueño se vio truncado por culpa de que en Chile no existe la carrera de paleontólogo, por lo que decidí estudiar algo lo más parecido posible: arqueología. Con mucho esfuerzo me fui al norte a estudiar arqueología. Si ya sé; cambié los fósiles de animales extintos por momias, pero era lo más cercano como ya les dije. Igual me gusta la arqueología, por lo que le puse muchas ganas a la carrera y asimilé todo lo que me enseñaron, sin embargo las matemáticas me enviaron directo dentro de un sarcófago egipcio. No se para que colocan en las mallas curriculares ramos “Bonus track” ¿De que le sirve a un arqueólogo la teoría probabilística? Para que gente nula con los números como yo no termine la carrera, obvio. Y bueno, tuve que regresar a Valparaíso con la cola entre las piernas, pero no por eso dejé de estudiar las materias de la malla curricular. Soy hombre de esfuerzo, seguí haciéndolo por mi cuenta. Si total el cartón sirve para acreditar conocimientos, pero no significa que dichos conocimientos se posean. Varios de mis compañeros terminaron con honores, por ejemplo, y no sabían distinguir una pirámide egipcia de una maya. Pero ahí están, trabajando en varias expediciones científicas en el desierto de Atacama y yo en una expedición científica en el patio trasero de mi casa desenterrando envoltorios de dulces, colillas de cigarro y cosas así. ¿Por qué la vida es tan injusta? A veces pienso que nací meado de perro.
Y bueno, así he seguido hasta ahora, soñando con ser un gran arqueólogo que encontraría algún día un tesoro invaluable el cual me haría muy rico y muy famoso. Pero los arqueólogos, al igual que los escritores (los que escriben best seller pueden eximirse de mi comentario) y los músicos ( si eres uno de esos que han salido de Disney también puedes eximirte), andan al tres y al cuatro. Es que en este país tercermundista existen otras prioridades. ¿Que importancia puede tener estar trabajando en el desierto desenterrando utensilios de culturas milenarias si lo que se necesitan son ingenieros? Asi piensan en este país. Llevo cesante cuatro meses porque quiero trabajar de arqueólogo, no de vendedor de planes de telefonía móvil. La última vez que estuve en una excavación fue en el norte, ayudando a desenterrar orfebrería diaguita. ¡Y que digo desenterrar!, si a mí me tocaba limpiar delicadamente las piezas que se hallasen con una escobilla especial sin asomar mi nariz al terreno. Resumiendo: jamás he estado en una excavación. Es como si un ingeniero electrónico nunca haya trabajado con un osciloscopio. ¿Entienden lo que quiero decir?
Ese día miraba unos mapas que me costó trabajo conseguir, eran del subsuelo de la Plaza Victoria de Valparaíso. Según yo sé, hace cientos de años el terreno que ocupa la plaza hoy en día era mar, y debajo de ella existen por lo menos dos naufragios importantes. Quien sabe que contenían aquellos buques, nunca se supo. La cosa es que yo tenía la intención de financiar algún tipo de excavación y sacar a la luz los restos de esos naufragios. Sería mi primera excavación, y en una ciudad tan rica culturalmente como es Valparaíso. Sería famoso, millonario. Me llamarían de todas partes a dar charlas y conferencias acerca de mi hallazgo. Pero faltaba el pequeño gran detalle del financiamiento, sólo eso me detenía. Las universidades, el gobierno o los de bienes nacionales te miran como a un gusano si no tienes el cartón o recorrido previo aunque el proyecto sea requetecontra bueno. Así les cortan la cabeza a las buenas ideas en Chile.
Mi realidad era muy distinta a mis sueños en todo caso. Vivía de parásito de mi mujer, que trabajaba de cajera en un supermercado. Las cosas con ella tampoco andaban muy bien por lo mismo. “Dinero, más dinero y más dinero”, esa parecía ser la única solución a todo. Me exigía trabajar en “cualquier cosa”, pero lamentablemente yo no sabía ni se hacer “cualquier cosa”. Lo mío es clasificar objetos y desenterrar tesoros, nada más. Así que me dedicaba todo el día a buscar alguna forma de financiar mi idea o bien buscar otras alternativas de tesoros. Pero eso era como pretender domesticar a un tigre siberiano adulto.
Esa mañana fue como cualquier otra. Mi mujer se levantó puntualmente a las ocho para ir a trabajar en su turno de la diez. Yo por ende igual me levanté, pero a examinar mis mapas. Estaba seguro que ese día sería algo “distinto” al resto; lo podía oler en el aire al igual que los perros. Mi mujer trajo dos tazas de café desde la cocina, puso una a mi lado derecho y ella se sentó al frente mío con la suya. Luego dejó el diario que llevaba bajo el brazo izquierdo sobre la mesa y comenzó a hojearlo, me imaginé de inmediato para que. Yo seguía absorto en mis mapas sin decir una sola palabra.
_ Mira Jerónimo_ me decía mi mujer al momento de dibujar con un lápiz un circulo alrededor de un anuncio del diario_ se necesitan operadores telefónicos con turnos flexibles. Podrías ir a dejar currículo. Tienes buen trato con las personas.
_ No me gusta hablar por teléfono. Tu ya lo sabes.
_ ¿Y que tal este otro?_ diez vendedores gerentes, importante empresa, excelentes ingresos, horario libre. Enviar antecedentes a importanteempresa@gmail.com.
_ Esos anuncios son más falsos que Judas. Apuesto a que es para vendedor en terreno.
Mi mujer empezaba a enfadarse.
_ ¿Y este? Empresa de reciclaje de plásticos requiere para su planta operarios. No es necesaria experiencia. Enviar currículo a empresadereciclajes@grupolimpio.com.
_ No me gusta estar todo el día sentado Verónica.
_ ¡Pero si eso haces todo el día! ¡Estar echado como vaca! Examinando mapas y papeles que a nadie importan.
_ Pues uno de estos mapas algún día nos harán ricos. Soy arqueólogo, ¡un buscador de tesoros!
_ Y si tanto te gusta andar metido en la tierra desenterrando huevadas ¿ Por qué no te metes a arreglar tuberías para Esval o Gas Valpo? ¡Madura Jerónimo! Ya estas harto grandecito para andar jugando a los piratas.
_ Según este mapa del siglo dieciocho hubo un importante naufragio cuando la plaza Victoria era mar...
_ La plaza, la iglesia de los doce apóstoles, el congreso, el Turri, el J. Cruz...¡Da lo mismo! Yo no puedo seguir manteniéndolo todo. ¡O me ayudas o me busco un hombre de verdad!
Y tomando su abrigo, su cartera y sus documentos salió con dirección al supermercado dando un enorme portazo.
Me quedé atónito mirando la puerta. Hasta se me empañaron un poco mis anteojos con el vapor del café servido hace un rato. Entendía muy bien a Verónica, pero sentía frustración que ella no me entendiera. Se había casado con un arqueólogo, y los arqueólogos,al igual que los artistas, nos preocupamos de lo abstracto más que de lo concreto aunque lo disfracemos bajo el manto de la ciencia. Sin embargo, debía de hacer el esfuerzo de trabajar en lo que fuera mientras encontraba algún trabajo en lo mío. Me di una ducha, me afeité, me vestí ,me perfumé, tomé el diario que Verónica de súbito había arrojado contra el suelo y salí; dispuesto a encontrar trabajo como operador telefónico, vendedor o maquinista muy a mi desgano, tengo que decirlo. Tomé la locomoción y me bajé en la plaza Victoria. Es difícil imaginarse que debajo de esas baldosas que producen un efecto óptico extraño debido a las sinusoides blancas y verdes que las cruzan existan naufragios. Quizás no sea casualidad, pero si uno fija la mirada en las baldosas el suelo parece estar ondeando como si fuera el mar, y debajo de todos los mares del mundo existen barcos hundidos. Por ahí iba caminando, y en un costado de la calle Salvador Sanfuentes (que divide a la plaza en dos) se realizaba una excavación bastante profunda a primera vista, a juzgar por la pala mecánica que allí se encontraba. Me acerqué a mirar por pura y lozana curiosidad. Llegué hasta el letrero típico de advertencia que decía “ peligro, excavación profunda”. Muy abajo se veían varios obreros, que parecían hormigas laboriosas dentro del hormiguero martillando, picando y sacando escombros. La pala mecánica ayudaba desde lejos en la tarea, no podía aproximarse más por peligro a algún derrumbe. Como se sabe, el terreno bajo la plaza Victoria esta lleno de pasadizos y recovecos que lo hacen inestable. Una de aquellas hormigas salió rápido desde el fondo sacudiendo su casco y azuzando a su jefe a aproximarse.
_ ¡Jefe, jefe!_ le gritaba a viva voz_ encontramos algo abajo.


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