LICOR
ANIMAL, PARTE UNO
A ver; como comienzo a contar lo que pasó ese día. Ustedes de
seguro pensarán que estoy loco, pero les juro por mi santa madre que
todo lo que les diré es verdad. Es una historía increíble, ya lo
se. Difícil de tragar para cualquiera. Les vuelvo a repetir, esto no
lo he inventado, así sucedió. ¡Les ruego que me crean por favor!
Como ya deben saber soy arquéologo de profesión,
a medias; pero lo soy. En verdad nunca quise ser arquélogo, mi sueño
era ser paleóntologo. Cuando era niño me imaginaba en expediciones
científicas para importantes universidades de Estados Unidos en el
desierto de Gobi o bien en el rancho “La Brea” de Los ángeles
descubriendo nuevas especies extintas. Si hasta ya tenía el nombre
para un posible nuevo dinosaurio (ojalá un poderoso terópodo
carnívoro más monumental que el Tiranosaurio Rex). Dicho reptil se
llamaría Jerónimosaurio ¿Original, no?. Lamentablemente mi sueño
se vio truncado por culpa de que en Chile no existe la carrera de
paleontólogo, por lo que decidí estudiar algo lo más parecido
posible: arqueología. Con mucho esfuerzo me fui al norte a
estudiar arqueología. Si ya sé; cambié los fósiles de animales
extintos por momias, pero era lo más cercano como ya les dije. Igual
me gusta la arqueología, por lo que le puse muchas ganas a la
carrera y asimilé todo lo que me enseñaron, sin embargo las
matemáticas me enviaron directo dentro de un sarcófago egipcio. No
se para que colocan en las mallas curriculares ramos “Bonus track”
¿De que le sirve a un arqueólogo la teoría probabilística? Para
que gente nula con los números como yo no termine la carrera, obvio.
Y bueno, tuve que regresar a Valparaíso con la cola entre las
piernas, pero no por eso dejé de estudiar las materias de la malla
curricular. Soy hombre de esfuerzo, seguí haciéndolo por mi cuenta.
Si total el cartón sirve para acreditar conocimientos, pero no
significa que dichos conocimientos se posean. Varios de mis
compañeros terminaron con honores, por ejemplo, y no sabían
distinguir una pirámide egipcia de una maya. Pero ahí están,
trabajando en varias expediciones científicas en el desierto de
Atacama y yo en una expedición científica en el patio trasero de mi
casa desenterrando envoltorios de dulces, colillas de cigarro y cosas
así. ¿Por qué la vida es tan injusta? A veces pienso que nací
meado de perro.
Y bueno, así he seguido hasta ahora, soñando con ser un gran
arqueólogo que encontraría algún día un tesoro invaluable el cual
me haría muy rico y muy famoso. Pero los arqueólogos, al igual que
los escritores (los que escriben best seller pueden eximirse de mi
comentario) y los músicos ( si eres uno de esos que han salido de
Disney también puedes eximirte), andan al tres y al cuatro. Es que
en este país tercermundista existen otras prioridades. ¿Que
importancia puede tener estar trabajando en el desierto desenterrando
utensilios de culturas milenarias si lo que se necesitan son
ingenieros? Asi piensan en este país. Llevo cesante cuatro meses
porque quiero trabajar de arqueólogo, no de vendedor de planes de
telefonía móvil. La última vez que estuve en una excavación fue
en el norte, ayudando a desenterrar orfebrería diaguita. ¡Y que
digo desenterrar!, si a mí me tocaba limpiar delicadamente las
piezas que se hallasen con una escobilla especial sin asomar mi nariz
al terreno. Resumiendo: jamás he estado en una excavación. Es como
si un ingeniero electrónico nunca haya trabajado con un
osciloscopio. ¿Entienden lo que quiero decir?
Ese día miraba unos mapas que me costó trabajo conseguir, eran del
subsuelo de la Plaza Victoria de Valparaíso. Según yo sé, hace
cientos de años el terreno que ocupa la plaza hoy en día era mar, y
debajo de ella existen por lo menos dos naufragios importantes. Quien
sabe que contenían aquellos buques, nunca se supo. La cosa es que yo
tenía la intención de financiar algún tipo de excavación y sacar
a la luz los restos de esos naufragios. Sería mi primera excavación,
y en una ciudad tan rica culturalmente como es Valparaíso. Sería
famoso, millonario. Me llamarían de todas partes a dar charlas y
conferencias acerca de mi hallazgo. Pero faltaba el pequeño gran
detalle del financiamiento, sólo eso me detenía. Las universidades,
el gobierno o los de bienes nacionales te miran como a un gusano si
no tienes el cartón o recorrido previo aunque el proyecto sea
requetecontra bueno. Así les cortan la cabeza a las buenas ideas en
Chile.
Mi realidad era muy distinta a mis sueños en todo caso. Vivía de
parásito de mi mujer, que trabajaba de cajera en un supermercado.
Las cosas con ella tampoco andaban muy bien por lo mismo. “Dinero,
más dinero y más dinero”, esa parecía ser la única solución a
todo. Me exigía trabajar en “cualquier cosa”, pero
lamentablemente yo no sabía ni se hacer “cualquier cosa”. Lo mío
es clasificar objetos y desenterrar tesoros, nada más. Así que me
dedicaba todo el día a buscar alguna forma de financiar mi idea o
bien buscar otras alternativas de tesoros. Pero eso era como
pretender domesticar a un tigre siberiano adulto.
Esa mañana fue como cualquier otra. Mi mujer se levantó
puntualmente a las ocho para ir a trabajar en su turno de la diez. Yo
por ende igual me levanté, pero a examinar mis mapas. Estaba seguro
que ese día sería algo “distinto” al resto; lo podía oler en
el aire al igual que los perros. Mi mujer trajo dos tazas de café
desde la cocina, puso una a mi lado derecho y ella se sentó al
frente mío con la suya. Luego dejó el diario que llevaba bajo el
brazo izquierdo sobre la mesa y comenzó a hojearlo, me imaginé de
inmediato para que. Yo seguía absorto en mis mapas sin decir una
sola palabra.
_ Mira Jerónimo_ me decía mi mujer al momento de dibujar con un
lápiz un circulo alrededor de un anuncio del diario_ se necesitan
operadores telefónicos con turnos flexibles. Podrías ir a dejar
currículo. Tienes buen trato con las personas.
_ No me gusta hablar por teléfono. Tu ya lo sabes.
_ ¿Y que tal este otro?_ diez vendedores gerentes, importante
empresa, excelentes ingresos, horario libre. Enviar
antecedentes a importanteempresa@gmail.com.
_ Esos anuncios son más falsos que Judas. Apuesto a que es para
vendedor en terreno.
Mi mujer empezaba a enfadarse.
_ ¿Y este? Empresa de reciclaje de plásticos requiere para su
planta operarios. No es necesaria experiencia. Enviar
currículo a empresadereciclajes@grupolimpio.com.
_ No me gusta estar todo el día sentado Verónica.
_ ¡Pero si eso haces todo el día! ¡Estar echado como vaca!
Examinando mapas y papeles que a nadie importan.
_ Pues uno de estos mapas algún día nos harán ricos. Soy
arqueólogo, ¡un buscador de tesoros!
_ Y si tanto te gusta andar metido en la tierra desenterrando
huevadas ¿ Por qué no te metes a arreglar
tuberías para Esval o Gas Valpo? ¡Madura Jerónimo! Ya estas harto
grandecito para andar jugando a los piratas.
_ Según este mapa del siglo dieciocho hubo un importante naufragio
cuando la plaza Victoria era mar...
_ La plaza, la iglesia de los doce apóstoles, el congreso, el Turri,
el J. Cruz...¡Da lo mismo! Yo no puedo seguir manteniéndolo todo.
¡O me ayudas o me busco un hombre de verdad!
Y tomando su abrigo, su cartera y sus documentos salió con dirección
al supermercado dando un enorme portazo.
Me quedé atónito mirando la puerta. Hasta se me empañaron un poco
mis anteojos con el vapor del café servido hace un rato. Entendía
muy bien a Verónica, pero sentía frustración que ella no me
entendiera. Se había casado con un arqueólogo, y los arqueólogos,al
igual que los artistas, nos preocupamos de lo abstracto más que de
lo concreto aunque lo disfracemos bajo el manto de la ciencia. Sin
embargo, debía de hacer el esfuerzo de trabajar en lo que fuera
mientras encontraba algún trabajo en lo mío. Me di una ducha, me
afeité, me vestí ,me perfumé, tomé el diario que Verónica de
súbito había arrojado contra el suelo y salí; dispuesto a
encontrar trabajo como operador telefónico, vendedor o maquinista
muy a mi desgano, tengo que decirlo. Tomé la locomoción y me bajé
en la plaza Victoria. Es difícil imaginarse que debajo de esas
baldosas que producen un efecto óptico extraño debido a las
sinusoides blancas y verdes que las cruzan existan naufragios. Quizás
no sea casualidad, pero si uno fija la mirada en las baldosas el
suelo parece estar ondeando como si fuera el mar, y debajo de todos
los mares del mundo existen barcos hundidos. Por ahí iba caminando,
y en un costado de la calle Salvador Sanfuentes (que divide a la
plaza en dos) se realizaba una excavación bastante profunda a
primera vista, a juzgar por la pala mecánica que allí se
encontraba. Me acerqué a mirar por pura y lozana curiosidad. Llegué
hasta el letrero típico de advertencia que decía “ peligro,
excavación profunda”. Muy abajo se veían varios obreros, que
parecían hormigas laboriosas dentro del hormiguero martillando,
picando y sacando escombros. La pala mecánica ayudaba desde lejos en
la tarea, no podía aproximarse más por peligro a algún derrumbe.
Como se sabe, el terreno bajo la plaza Victoria esta lleno de
pasadizos y recovecos que lo hacen inestable. Una de aquellas
hormigas salió rápido desde el fondo sacudiendo su casco y azuzando
a su jefe a aproximarse.
_ ¡Jefe, jefe!_ le gritaba a viva voz_ encontramos algo abajo.
Tocando Musica ,
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