lunes, julio 08, 2013

LICOR ANIMAL, PARTE OCHO

_Si, o sea, no me acuerdo nada de lo que pasó. Lo que me acuerdo es que estaba weno. ¡Lo mejor que he tomao!
_ Si veo_ le dije_ mírate
_ ¡Chuta! ¡Estoy en pelota! Que onda po’ vecino. ¡No mire!
Se levantó tapando sus partes íntimas con el mantel de la mesa. Al instante regreso vestido con la misma ropa de la noche del robo frustrado.
_ ¿Qué pasó compare? Parece que estuve todo el día curao.
_ Algo así. Anda Lucho, acompáñame a mi casa.
_ ¿Y para qué?
_ Quiero enseñarte algo.
_ Ya compare, vamos al tiro nomás.
Fuimos rápido hasta la casa. Abrí la puerta con cuidado para que Verónica no escapara volando. Al entrar no había rastro de ella. No estaba ni en el comedor, ni en el living, ni en la habitación, ni en la cocina, ni en el baño, ¡Por ninguna parte estaba! Me aterré, temí lo peor. ¿Dónde habría escapado Verónica? Y lo aún peor. ¿Qué ocurriría cuando se le pasara el efecto? No quería ni imaginármelo. Estuve a punto de desfallecer ante la desesperación, esa angustia que te aprieta los músculos que hasta náuseas te hace dar. No quería quedarme sin mujer, y menos ahora que estaba tan de buenas conmigo. Por suerte las palabras de Lucho me devolvieron el alma al cuerpo.
_ ¿Qué hace su señora arriba del closet compare?
_ ¿Cómo?
_ ¿Esto es lo que me quería mostrar compare? ¿A su señora durmiendo arriba de su closet?
En efecto. Un brazo de Verónica colgaba desde la parte superior del closet hacia abajo, y más a la derecha se podía divisar uno de sus pies.
_ Si no era esto Lucho_ le dije tomando sus dos brazos a la altura del húmero_ ¡Mi señora se transformó en una cotorra! Por eso fui a buscarte, para que la vieras y me ayudaras a atraparla. Pero ya no es necesario, el efecto del licor ha terminado.
_ O sea compadre, esta bien que su señora hable y grite hasta por los codos, pero de ahí a transformarse en un pájaro...
_ ¡Pero entonces cómo pudo llegar hasta ahí arriba! ¡Y más encima sin ropa!
_ No sé. Si usted no sabe menos yo.
_ ¡Tú también bebiste de ese licor! Dime, ¿Qué hacías durmiendo arriba de la mesa y sin ropa?
_ Pasando la curaera
_ ¡No es por eso! Tú te transformaste en algún animal, y luego de que el efecto se te pasó te dormiste encima de tu comedor. ¡Yo también bebí del licor huevón!
_ Haber compare. ¿No me agarre pal tandeo quiere? Eso de que usted tomó del copete se lo creo, por eso anda diciendo tanta tontera junta. Pero lo otro...pff. ¡Ni cagando!
_ ¡Pero si es verdad! Si yo estaba bebiendo con Verónica cuando ella se transformó en cotorra.
_ ¿Entonces por qué usted no se transformó en ná’? admiro su resistencia al alcohol comparé, y su imaginación.
_ No es así, mira: en la mañana tipo diez ....mejor olvídalo.
Me cansé de tratar de hacer que me creyera.
_ Mejor me voy compare, estoy con la mansa caña. Si usted quería que le perdonara la deuda por unos días no tenía pa’ que armarme el medio ni show. Podría haberme dicho “estoy sin plata” y yo hubiera entendido.
_ Oiga no se vaya.
_ Igual podríamos vender unas de esas botellitas, dejar una pa’ cata de los clientes y de seguro nos las compran todas. Si está súper weno.
_ Oye Lucho, espera.
_ Otro día me paga compare, cero dramas. ¡Chao!
Se fue. Ahí me quedé, dueño único y absoluto de la verdad. Verónica seguía durmiendo como un lirón arriba del closet, de seguro si la despertaba y le contaba lo que había pasado tampoco me creería una sola palabra. Una cosa si me quedaba por resolver, yo también había bebido durante la mañana_ por lo tanto_ en algo debí haberme transformado también. ¿En que me habría transformado? ¿En que cosa se habría transformado Lucho? ¿Por qué la botella permanecía llena a pesar de haber bebido varias copas de ella? Ya no tenía la imagen divina del brebaje centenario, ahora solo veía sucios demonios en torno a él. Si no hubiera vivido esa experiencia tampoco lo hubiera creído, en parte entendía a Lucho. ¿Quién podría creer algo así? Empecé a sentir respeto al licor, y el respeto evolucionó en un miedo frío y absoluto. Se me imaginó que ese néctar alcohólico era producto de alguna hechicería de la época barroca. Se me erizaron todos los pelos de mi cuerpo, como si fuera un puerco espín, de tan sólo pensar en cosas turbias de brujos y demonios. Como hombre de ciencia me negaba ante esos fenómenos atribuyéndolos a la necesidad de la gente ignorante de explicar lo inexplicable, pero luego de lo vivido ese día de verano me abrí a esa posibilidad. ¡Que otra cosa podía hacer! Todo ante mis ojos se asomaba macabro, oscuro, turbio y sibilino. Tenía que averiguar de donde venía ese licor, era mi deber. O por lo menos dejarlo fuera del alcance de Verónica y del resto de la gente. ese licor no podía ser bebido por nadie más. Por nadie.

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