lunes, julio 08, 2013

LICOR ANIMAL, PARTE SEIS



Eran las cuatro de la tarde, había pasado seis horas durmiendo producto de la borrachera. Ese licor era maravilloso, no era de este mundo, pero tres copas eran más que suficientes para desaparecer y hacer que uno caminara sobre las paredes. Digo, esa cosa era mortal. Lo primero que me llamó la atención fue la posición en la que dormía, enrollado, como lo hacen los gatos o los perros, ¡que risa! Y no sólo eso; sin mi pantalón ni camisa, ni calzoncillos, desnudo, ¡Calato! Eso me dio un poco de vergüenza, no quería volver a beber de ese licor dionisíaco y quedar en esas mismas condiciones de nuevo, no era una buena idea. Busqué mi ropa y no la encontré por ninguna parte ¿En donde la habría dejado? Seguramente bajo la cama o del sofá, pero no estaban allí. La necesidad era mayor, así que en vez de buscar la ropa paseándome desnudo por toda la casa fui a buscar otras prendas y me vestí. Luego recorrí todas las habitaciones, por si había quebrado o tumbado algo paseándome borracho. En serio, no recordaba absolutamente nada. Varias de las paredes tenían rasguños en los guardapolvos, en todas las esquinas; como si alguien hubiera querido hacer un agujero en ellos. ¿Tan ebrio había quedado que me puse a escarbar con las uñas en los guardapolvos de las paredes? Me miré las uñas, estaban impecables. Me detuve un rato, a pensar que cosa podría haber sido, hasta donde yo sabía no habían ratones en la casa. De pronto me acorde de la botella, la había dejado sobre la mesa del comedor. Fui rápido como una gacela hasta allí para ir a esconderla. Ahí estaba, completamente llena. ¿Cómo era posible? ¿Si estuve completamente ebrio! No entendía nada. Pensé que me había bebido una botella entera yo solo, y en motivación de ebrio había querido abrir otra, y esa era la que estaba sobre la mesa del comedor. Fui corriendo hasta la habitación para ver si faltaba alguna otra, pero no; ¡habían seis botellas más la que estaba sobre la mesa! ¿Entonces cómo? Si estaba seguro que había ingerido por lo menos tres copas. Juro que no entendía nada de nada. Las siete botellas estaban intactas, como si no hubiera tocado ninguna. ¿Me estaría volviendo loco?
A las cinco llegó Verónica. Su rostro reflejaba un mejor humor, por lo menos me saludó bien. En el acto advirtió las marcas de uñas en los guardapolvos de las paredes.
- ¿Y esas marcas Jerónimo? No me digas que anduviste pasando lija a los guardapolvos.
-¿Qué marcas?
-Esas po’- y me indicaba la esquina de una pared con la barbilla-igual sería bueno raspar la pintura vieja de los guardapolvos y pintarlos de nuevo. Están muy manchados de mugre y rastros de cera.
-eh...si...claro...eso pretendía hacer.
Verónica me regaló una sonrisa.
-Pero hazlo mañana ¿si? Ahora necesito otra cosa. ¿Por qué no me das uno de esos masajitos tan ricos que tu das en los pies? Estoy muerta, ocho horas de pie.
-Esta bien-dije dando un suspiro aliviado.
-Oye, ¿Y esa botella? ¿Qué hace sobre la mesa?
-EEE...¡La estaba examinando! Quería determinar su data y averiguar su valor.
-¿Y por qué no la probamos?-la cara de Verónica bosquejaba una sonrisa de hiena picarona.
Yo no quería volver a beber de nuevo de ese licor, al menos por ese día. Pero tampoco quería arruinar el buen humor de Verónica, que desde hace mucho tiempo que no lo veía. Si hasta se notaba tan hermosa como cuando la conocí, con ese cabello negro como las plumas de un cuervo y sus ojos verdes y vivaces como la piel de un camaleón. Estaba confundido.
-¡De acuerdo!-le respondí. Déjame ir por dos copas.
De verdad tenía dudas muy serias respecto a la idea. Si el licor era tan poderoso como suponía entonces Verónica quedaría borracha como diuca. Yo no podía dejarme emborrachar, así que no bebería, iba a simular que lo hacía. Después de argüir el plan en mi mente tomé la botella y serví las dos copas.
-¡Salud!-me dijo Verónica.
-¡Salud!
Observé como bebía. La cara de placer, de felicidad, de éxtasis casi orgásmico me lo decía todo. No era idea mía el sabor de dioses que poseía ese licor indescriptible, si no que también Verónica se rendía a su terrible poder.
-¡Jerónimo! ¡Jerónimo! Dios mío...¡Es...es...es lo mejor que he bebido en mi vida! Perdóname por reclamarte que lo hayas traído. ¡Es fenomenal!
Luego bebió otro sorbo, y otro, y otro hasta acabar con su copa. Me pidió otra. Yo no estaba seguro de si servirle más.
-¡Anda Jerónimo!-me azuzó riendo y con sus ojos un poco más pequeños-¡Dame más mira que está excelente!
Lleno de dudas le serví más. Vi con vibrante impresión lo rápido que lo bebía, si tragaba como ballena que filtra el plancton del agua. Vi sus jadeos, sus muecas de placer, el color arrebol que tomaban sus mejillas, ¡Mi mujer estaba poniéndose candente! ¿No tendría ese licor algún tipo de afrodisíaco?
-Jerónimo...hace mucho calor ¿No crees?
-Es verano, es normal.
Me estaba colocando tenso, en realidad no sabía como reaccionar ante una situación así. Verónica no era muy apasionada que digamos. El licor, los jadeos, la situación completa me descolocaba.
-Jerónimo ¿Acaso me tienes miedo?-y sonreía como quien tiene un demonio adentro. Se acercó lenta y errática hacia mi. Se arrodilló, hasta quedar a la altura de mi pecho, justo debajo de mi mentón.
-Ven amor...hace tiempo que no jugamos ¿ o no?...


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